Con este viaje ponemos fin a una temporada algo extraña, la cuál comenzábamos con muchas expectativas y una ilusión desbordante que pocas veces habíamos visto por Heliópolis; con una plantilla ‘a priori’ bastante competente, pero cómo ya hemos visto  muchas veces, eso no basta y  un cúmulo de circunstancias (entre todos deberíamos de hacer autocritica) nos han condenado a que la acabemos como una auténtica pesadilla… Pero aún así, si por algo se ha caracterizado la familia verdiblanca es por no fallar jamás a su glorioso escudo y por honrarlo allá dónde vaya. Y ahí es donde entramos en juego nosotros, con un desplazamiento, que aunque esté feo decirlo vemos bastante meritorio siendo el día que era, con una hora bastante mala de vuelta y con casi 2.000 kms  y más de 20 horas de viaje que no atraía un carajo, pero no todo va a ser Milán o Rennes… Y éste comenzaba la noche del sábado al domingo, después de unas semanas dónde los organizadores se quebraron la cabeza con el cómo desplazarse, poníamos rumbo hacia tierras vascas.

Cómo no podía ser de otra manera comenzábamos con alguna que otra dificultad que varía un poco los designios del viaje y hace que la formación inicial que partía hacia el norte se viera un poco mermada, pero de palos se aprende. Saludos desde aquí a la brigada Gasóleo Sin Plomo 95. ¡¡Sois unos cracks!!

Una vez seguimos entre charlas, risas y alguna cabezada debida a las altas horas de madrugada, y cuándo menos lo esperamos aparecen los primeros rayos de sol, por fin vislumbrábamos que estaba más cerca nuestro destino, y por qué no decirlo, también se sentía el fresco de ‘cojones’.

Una vez llegado al lugar dejamos los vehículos y nos disponíamos a disfrutar del ambiente previo al fútbol junto a los hermanos de la novena provincia que también se desplazaron y pasaron noche allí (desde aquí nuestro más sincero respeto hacía ellos). Una vez buscado el bar en el que decidimos quedarnos para la previa, bastante majo por cierto, nos instalamos para colmarnos de algún ‘pintxo’ y tomar algo de beber que amenizara las largas horas de viaje.

Decir que bastante afable el trato de la gente norteña, al menos los que pudimos ver… Y una vez llegada la hora del encuentro y tras recibir al equipo con cánticos y algo de pirotecnia decidimos entrar en un estadio bastante añejo como es Ipurua y la verdad, no decepcionó. Decir que tienen una grada en construcción y no tienen grada visitante como tal ahora mismo, por lo que nos colocaron mezclados con la afición local. Partido sin ningún tipo de problemas y con buena animación por nuestra parte a pesar de las horas y kms entre pecho y espalda que comenzaban a pasar factura.

Ambiente de fútbol de los de verdad, en el que se recordaba cuando se respiraba nitrato al inicio del encuentro, a la gente de pie animando sin echar cuenta a asiento alguno… nos alegra saber que sigue quedando algo de ese espíritu futbolero de antaño… Y del partido qué decir, lo único salvable la actitud de algunos futbolistas que sí parecen importarles la camiseta que llevan puesta, la cuál se puede manchar de sudor, sangre, barro, incluso lágrimas, pero jamás de vergüenza! Sólo hay que mirar a los que estaban en la grada con sus bufandas verdiblancas al viento y la ya mítica pancarta de SOLO HONRAMOS TU ESCUDO.

Derrota y sensación de impotencia e incredulidad de los presentes ante el espectáculo visto en el verde de la ciudad armera, pero a nosotros eso nos importa poco, porque a pesar de todo, en las no tan buenas es cuándo menos te vamos a dejar caminar sólo y que no se olvide que el Manquepierda no es conformismo, sino levantar a los nuestros cuando caen y que no os quepa duda, que ahí estaremos, incluso con decisiones no tan bien vistas y que nos duelan a nosotros mismos.

Vuelta sin ningún sobresalto, mucho cansancio y poco más que añadir. Sin más, nos despedimos, ¡Honor a los presentes y nos vemos en el próximo!

HASTA EL FINAL DE LOS DÍAS, ESTANDARTE DE NUESTRAS VIDAS.